Hoy volveré tarde. -Dijo al ratón. Y de nuevo corrió hasta el altar donde ambos escondían el puchero y comió hasta dejar sólo la mitad. Cuando, al regresar a la casita, el ratón se interesó por el nombre del gatito, el felino le dijo: -Se llama “Mitad” -Y el roedor no pudo dejar de extrañarse ante las costumbres familiares de su compañero. -Ciertamente, eligen unos nombres bien raros para sus vástagos. De nuevo el gato sintió ganas de comer del pucherito, y otra vez mintió al ratón diciéndole que debía acudir al bautizo de un gatito nacido de su prima. Al preguntar el ratón sobre el nombre del pequeño gatito, el gato le dijo: -Le hemos llamado “Terminado”. -¡Bueno! -Exclamó el ratón -¡Éste sí que es el nombre más raro de todos! Y por fin llegó el invierno, todas las calles se cubrieron de blanco y las invadió el frío. La comida empezaba a resultar difícil de encontrar y el ratón pensó que había llegado el momento derecurrir a las reservas almacenadas en el pucherito de la iglesia. Pero al llegar al altar y destapar el puchero ¡Estaba vacío! ¡No había ni rastro de la manteca allí almacenada! ¡Ahora lo entiendo todo! -Dijo el ratón, -Cada vez que faltabas de casa me estabas demostrando lo que tú entiendes por amistad, y ahora comprendo de dónde venían los extraños nombres de los gatitos: “Empezado”, “Mitad” y “Terminado”... Y antes de que pudiera acabar la frase, el gato se lo zampó entero, afirmando que para cada uno, la amistad es algo muy diferente.
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