Luego fue en busca del muchacho, que curaba junto al arroyo una herida que había recibido en el hombro. Junto al cuello se destacaban tres rayitas rojas. -Es la señal que vi en el príncipe recién nacido! -exclamó el general. Comprendió entonces que la persona que ocupaba el trono no era el verdadero rey y, con su autoridad, ciño la corona en las sienes de su autentico dueño. El principe había sufrido demasiado y sabia perdonar. El usurpador no recibio mas castigo que el de trabajar a diario. Cuando el pueblo alababa el arte de su rey para gobernar y su gran generosidad el respondia: Es gracias a haber vivido y sufrido con el pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey..