El príncipe Fatal y el príncipe Fortunépágina 5 / 7
Aunque el capitán fuera un mal hombre y maltratara a Fatal como a todos los demás, en el fondo no podía dejar de estimarlo un poco, porque veía que cumplía siempre con su deber. Le daba dinero para que le hiciera recados, y Fatal tenía la llave de su habitación cuando aquél iba al campo o a cenar con amigos. Al capitán no le gustaba leer, pero poseía una gran biblioteca para hacer creer a todos los que venían a su casa que era un hombre culto; pues, en aquel país, se pensaba que un oficial que no leía la historia no sería jamás más que un necio y un ignorante.
Cuando Fatal concluía su trabajo de soldado, en lugar de irse a beber o a jugar con sus compañeros, se encerraba en la habitación del capitán y trataba de aprender su oficio leyendo la vida de los grandes hombres, y llegó a ser capaz de mandar un ejército. Hacía ya siete años años que era soldado cuando intervino en la guerra. Su capitán eligió seis soldados para ir a inspeccionar un bosquecillo; cuando estuvieron allí, los soldados decían en voz baja: «Tenemos que matar a este mal hombre, que nos golpea y nos roba el pan.» Fatal les dijo que no debían cometer tan baja acción; pero en lugar de escucharlo, le dijeron que lo matarían al mismo tiempo que al capitán, y echaron los cinco mano a la espada. Fatal se puso de lado de su capitán, y se batió con tanto valor, que mató él solo a cuatro de aquellos soldados. Su capitán, al ver que le debía la vida, le pidió perdón por todo el daño que le había hecho; y tras haber contado al rey lo que le había sucedido, Fatal fue ascendido a capitán, y el rey le dio un sueldo considerable. ¡Oh! sus soldados no habrían pensado jamás en matar a Fatal, pues él los amaba como si fueran sus hijos; y lejos de robarles lo que les pertenecía, les daba de su dinero cuando cumplían con su deber. Los cuidaba cuando eran heridos y no les reprendía nunca por mal humor.
Entretanto tuvo lugar una gran batalla y cuando el jefe que mandaba el ejército murió, todos los oficiales y soldados quisieron huir; pero Fatal gritó en voz alta que prefería morir con las armas en la mano antes que huir como un cobarde. Entonces sus soldados gritaron que no estaban dispuestos a abandonarlo y como aquel buen ejemplo le produjo vergüenza a los demás, todos se reunieron en torno a Fatal y combatieron tan bien que apresaron al hijo del rey. El rey se puso muy contento cuando supo que había ganado la batalla y le dijo a Fatal que lo nombraba general de todos sus ejércitos. Luego se lo presentó a la reina y a la princesa su hija, que le ofrecieron sus manos para que las besara.