El príncipe Fatal y el príncipe Fortunépágina 4 / 7
Un día, la esposa le dijo:
-Amigo mío, mi esposo es un avaro que no me da nunca dinero; déjame coger un cordero, y tú dirás que se lo ha llevado un lobo.
-Señora, -le respondió Fatal-, quisiera de todo corazón servirla, pero prefiero morir antes que decir una mentira y ser un ladrón.
-No eres más que un tonto -le contestó la mujer-; nadie sabrá que lo has hecho.
-Lo sabrá Dios, señora -respondió Fatal; Él ve todo cuanto hacemos y castiga a los mentirosos y a los que roban.
Cuando la patrona oyó aquellas palabras, se arrojó sobre él, lo abofeteó y le arrancó los cabellos. Fatal lloraba, y al oírlo, el hacendado preguntó a su mujer por qué le pegaba al chico.
-Realmente -dijo ella- es un goloso; lo he visto comerse esta mañana un tarro de nata que yo quería llevar al mercado.
-¡Diantre! ¡ser goloso está muy feo! -dijo el campesino; y de inmediato llamó a un empleado y le encargó que azotara a Fatal.
De nada le servía al pobre chico decir que él no se había comido la nata, pues creían más a la patrona que a él. Después de eso, volvió al campo con las ovejas, y la patrona le dijo de nuevo:
-¿Y bien? ¿Quieres ahora darme el cordero?
-Lo siento mucho, -dijo Fatal- puede hacer todo lo que quiera en mi contra, pero no podrá obligarme a mentir.
Aquella mala mujer, para vengarse, recomendó a todos los demás criados que le hicieran daño a Fatal. Permanecía en el campo de día y de noche, y en lugar de darle de comer como a los demás criados, ella no le enviaba nada más que pan y agua; y cuando regresaba, lo acusaba de todo lo malo que sucedía en la casa. Pasó un año con aquel hacendado; y aunque durmiera en el suelo y estuviera tan mal alimentado, se puso tan fuerte que todos pensaban que tenía quince años cuando sólo tenía trece; además, había adquirido tal templanza que ya no se apenaba cuando le reñían injustamente.
Un día que estaba en la hacienda oyó decir que un rey vecino había organizado una gran guerra. Se despidió de su patrón y se dirigió a pie al reino de aquel príncipe para ser soldado. Se enroló con un capitán que era un señor de la nobleza, pero que parecía un porteador, hasta tal extremo era brutal; blasfemaba, le pegaba a sus soldados, les robaba la mitad del dinero que el rey le daba para alimentarlos y vestirlos; y a las órdenes de aquel perverso capitán, Fatal fue más desgraciado aún que en casa del campesino. Se había enrolado por diez años, y aunque viera desertar a la mayoría de sus compañeros, él no quiso seguir su ejemplo, pues se decía: «He recibido dinero para servir durante diez años, si no cumpliera con mi compromiso robaría al rey.»